Cóncavo y convexo mutados,
vientos que empujan el uno hacia el otro,
sus silbidos entonan melodías de alerta,
la sangre caliente circula.
Demandan los roces suficientes
para conjurar unos escasos
segundos de deleite.
Magos carnales, sellaron sus pechos
con gotas de humanidad mal vista.
Su cuerpo se encoje, el suyo se bloquea.
Nada trasciende de este pacto.
El adivina inútilmente su futuro
en las pupilas del otro,
se recorren mutuamente a jadeos,
son casi un espejo mutuo
pero su condena los hace sentir diferentes,
temen que la noche acabe.